En México está muy arraigado el uso de efectivo, especialmente en emprendimientos personales. Yo recorro la ciudad dando clases a domicilio, así que mucho del trabajo que obtengo proviene de páginas de internet en las que anuncio mis servicios. Muchas veces me reúno con los alumnos que me contratan en sus casas, o también en cafés y plazas. Sea donde sea, la realidad es que la forma de pago siempre es un factor importante, pues para mí es difícil tener siempre cambio, así como para ellos es difícil tener siempre el importe exacto de la clase; además, para ambos puede resultar no muy seguro estar cargando dinero en efectivo. Más de una vez me ha sucedido tener que buscar un cajero cercano, lo cual tampoco es muy seguro e implica una pérdida de tiempo.
Imagino que algo similar debe pasarle a personas cuyos negocios no tienen una sede fija, como vendedores en bazares, o prestadores de servicios a domicilio, como plomeros o jardineros.
Una buena solución a este problema es contar con una terminal para aceptar el pago con tarjetas de crédito o débito en mi negocio. Esta alternativa me ha dado beneficios como:
Mayor seguridad
Sólo porto conmigo el efectivo necesario para trasladarme y comer, lo que evita riesgos en el transporte público o caminando por la calle.
Mayor practicidad
De acuerdo con el Banco de México, están en circulación más de 24 millones de tarjetas de crédito o débito en el país y la tendencia es que éstas sigan aumentando. Facilitar los pagos a mis clientes también me ha facilitado la vida a mí.
Mayor control de gastos
Gracias a las herramientas electrónicas de mi cuenta bancaria puedo llevar un registro exacto de quién y cuándo me pagó, evitando que lo que gano se me vaya en gastos no calculados que ocurren cuando se tiene todo el efectivo a la mano.